Mi fascinación por viajar empezó a los 14 años cuando fui con un grupo de chicas a un viaje de quinceañeras. Descubrir otras comidas, otra arquitectura, otro clima y otra gente fue inspirador.
Con 24 años me mudé a Buenos Aires para estudiar; creo que el deseo real de mi alma era expandirse en otros campos que no fuese solamente el intelectual. Ese viaje me cambió para el resto de la vida.
Era joven, inexperta y abierta. Estaba terminando de formarme como Arquitecta, me quedaba todo por descubrir, todo por apostar y nada para perder. Estaba empezando a construir mi vida. En retrospectiva, esa migración fue relativamente fácil, mismo idioma, mucha independencia y todo mi futuro por delante.
Buenos Aires me dio mucho y al terminar esa experiencia volví a Panamá con mi corazón en pedazos. Sin saberlo desde mi primer año en Argentina ya se estaba gestando mi segunda migración, mi segundo gran cambio de piel.
Al volver a Panamá volví distinta, pasaron 4 años y sin duda yo no era la misma, había construido carrera y sueños profesionales. En mí continuaba el sueño de seguir viajando, migrando y ahora me acompañaba el deseo de ser independiente profesionalmente.
Empecé a construir mis sueños profesionales en Panamá al mismo tiempo que llegó a mi vida mi pareja. Si bien nos establecimos en Panamá, nuestro deseo era migrar a Austria, el país de origen de mi pareja. Empecé a aprender alemán y continué soñando con una vida en un país nuevo.
Creo que mi alma ha planeado cada proceso migratorio en mi camino para derrumbar las estructuras en las que había construido mi vida, pienso esto porque las veces que he migrado he entrado fuertemente en conflicto con mi modelo de pensamiento.
Al migrar a Austria, casada y con un hijo, el cambio fue brusco, los primeros sinsabores llegaron al experimentar el idioma y la cultura. Odiaba no entender nada y lo odiaba porque me sentía ignorada, invisible y minúscula. Pasar horas sentada en una mesa y no entender las risas, los asombroso y la dinámica en general sacó la peor cara de mi inseguridad. En este punto, perfeccione mi manía de poner la responsabilidad en los otros, en victimizarme y esconderme detrás de mis miedos.
En esos me momentos me sentí superada y me reprochaba haber soñado tan alto. Me identificaba claramente con el dicho “ten cuidado con contarle tus sueños al universo.”
Además de ignorada, sentí mucha soledad, inseguridad de mis capacidades, inferioridad por no hablar la lengua ni entender las dinámicas más simples, desubicada por ser distinta, por padecer el otoño y el invierno, por entender y disfrutar la vida de maneras distintas, me sentía inadaptada, criticada, muy desmotivada y triste; y estos dos últimos fueron los que me impulsaron al cambio o cómo mínimo a intentar entender que me estaba pasando.
Empecé por notar que mi caos se desparramaba por todos lados, hacía mi pareja, mi hijo, mi familia, y mis pocos conocidos; y no quería vivir así. Reconocer y validar mis emociones y sentimientos y entender que estaba empezando a construir una nueva vida me ayudó a descubrir que todas las limitaciones venía de mi misma.
Poco a poco dejé de victimizarme y empecé a entender:
1. Que no tengo que adaptarme a todo en todo momento, más bien tengo que procurar en toda situación ser la mejor versión de mí.
2. Establecerse en un nuevo país, puede significar empezar en todos los sentidos y esto lleva tiempo y muchos cambios de piel.
3. Soy única, en mi país o en cualquier lugar del universo.
4. Migrar es estar fuera de la zona de confort constantemente, es válido perderse, caerse, fracasar y equivocarse; y esto forma parte de la vida.
5. La vida es un aprendizaje constante, estés donde estés, el futuro siempre es una página en blanco.
Migrar, por las razones que sean, no es fácil, es un proceso que requiere de mucha paciencia y confianza. Después de migrar dos veces y prácticamente desarmarme para volver a empeza, para mi migrar es un cambio de piel y como todo cambio denso y profundo hay duelo. Reconocer que el duelo migratorio es real y existe para mi fue liberador, enteder que no soy la única, ni la primera, ni la última me ayudó a salirme de la victima.
El duelo migratorio es una realidad y puede sentirse así:
Tristeza y melancolía por la seguridad y los afectos que dejamos, usualmente en el país de origen.
Miedo y ansiedad ante todo lo nuevo y desconocido
Inseguridad ante todos los retos y aprendizaje que conllevan empezar a construir tu vida en suelo desconocido (nuevo idioma, diferencias culturales, etc.)
Si estás atravesando un proceso migratorio y te identificas con estas emociones, quiero darte algunas recomendaciones para transitar tu proceso con paciencia y en paz:
1. Salir de tu zona de confort, requiere de tiempo parprocesar y adaptarse al cambio. No te presiones y dale lugar a tu cuerpo, a tu mente y tus emociones de insertarse en la nueva experiencia. En un proceso migratorio, este tiempo puede más largo de lo que te imaginaste.
2. No te presiones ni te compare, más bien reconócete en tus fortalezas y en tus oportunidades de mejora para ser la mejor versión de ti, donde sea que estés.
3. No es una debilidad, aceptar que no somos perfectas y que no lo sabemos todo. Lo maravilloso y retador de migrar es descubrir cuanto más podemos expandirnos, aprender y crecer.
4. No importa cuantos años tengas o que tan joven te sientas, el futuro siempre es una página en blanco, que sólo tú puedes escribir.
5. Conversa y comparte tus experciencias con otras migrantes, puede que aveces estas conversaciones no sean del todo objetivas, pues están seguramente cargadas de mucha emotividad, pero empatizar y reconocerte en las mismas situaciones que otras migrantes es muy reconfortante y esperanzador.
Nunca es tarde para empezar en cualquier sentido de la vida, hemos crecido con un listado de cosas con fecha de expiración y si nos detenemos a analizar esa lista es fácil darse cuenta que muchas cosas son limitaciones irracionales establecidas por el sistema.
La famosa escritora Isabel Allende, en una interesante y polémica entrevista, como ella sólo sabe dar dijo: Nunca es tarde para el amor. “Me preguntan cómo es enamorarte a los 75 años y es igual que enamorarse a los 17 pero con una sensación de premura y de urgencia, de que no tienes tiempo” “Hay que aprovecharlo, no hay tiempo de celos, pequeñeces, peleas tontas por cosas que no valen la pena. Uno va a lo esencial y eso creo que es lo importante”.
Nunca es tarde para el amor, para migrar, para aprender, para soltar, nunca es tarde para vivir la vida que tu elijas.
Gracias por haber llegado hasta aquí, espero mis reflexiones sean inspiración para ti en el camino de construir la vida que deseas.
Te espero en mi próxima publicación
Namasté 🙏🏽
Faresa no estas solas, somos muchas pasando por lo mismo. Un abrazo